En septiembre de 1930, Gordon Northcott le envió a Chritine Collins un telegrama, diciéndoles que había mentido cuando negó que Walter estuviera entre sus victimas. Se comprometió a decir la verdad sobre su hijo, si ella iba en persona a escucharle. Apenas faltaba uno días para su ejecución. La angustiada madre movió todas sus influencias a su alcance para obtener el permiso y lo consiguió. Se convirtió en la primera mujer en mas de tres décadas en recibir un permiso para visitar a un asesino en serie, en la víspera de su ejecución en la prisión de San Quintín, pero a su llegada el se negó. "Yo no quiero verla" dijo cuando Chritine se enfrentó a él. "Yo no se nada sobre eso" "Soy inocente". Un artículo periodístico de la época relataría: "La mujer, perturbada, se indignó por la conducta de Gordon Northcott. "Todo lo que me dijo fue otro paquete de mentiras". Pero, asombrosamente, la negativa de Northcott a decir más, reavivó la esperanza de que su hijo aún estuviera vivo.
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